lunes, 3 de agosto de 2015

Entrevista a Julieta Venegas




Entrevisté a Julieta en una jornada agotadora para ella. Los medios desfilaban por el hotel y ella tenía entrevistas agendadas todo el día. Sin embargo, hizo gala de una admirable buena onda.
—Julieta, cuéntame un poco sobre este último disco, Algo sucede.
—Pues mira, todo lo produje con dos personas: en México con Yamil Rezc y con Cachorro López en Argentina. Es para mí un disco muy luminoso, tiene mucho instrumento acústico, historias de encuentros, de la posibilidad de que la vida te de vueltas y esté linda, es así como muy primaveral. También tiene la esencia de mi dolor por México, que necesito expresar. Están presentes además mi infancia y adolescencia.
— ¿La infancia y adolescencia están en la primera canción, Ese camino?
—En esa está mi infancia y hay otra sobre la adolescencia. He estado leyendo a un escritor noruego, Karl Knausgård, que escribe sobre su vida, familia, sus relaciones. Eso me hizo sentir algo de mi infancia, de mi adolescencia y me puse a escribir. Ese camino es una canción sobre mi propia infancia vista desde mi yo adulto. ¿Sabes? Es muy particular esto de que pasa el tiempo y se te olvida lo concreto, lo cotidiano, pero te quedan sensaciones. Te cruzas con una comida que comías cuando eras chica o pasas por donde ibas al colegio y… ¡Ah!, algo pasa, ¿no? Te regresa. Tengo la sensación de que todos tenemos algo de los niños que fuimos, no sé, esa ingenuidad. Somos un poco ingenuos, ¿sabes? ¡Y por suerte! Si perdiéramos eso que nos queda, si dejáramos que se diluyera, nos cerraríamos. Yo tengo esa teoría. O sea, es una teoría (se ríe, Julieta).
—Pero es una buena teoría, yo la suscribo —digo—. Tú has leído sobre la memoria, has estado leyendo a Proust, En busca del tiempo perdido.
—Sí, ¡claro! ¿Sabes que había leído hace diez años los tres primeros tomos y ahora estoy otra vez en el tercero? Estaba leyendo a Proust y alternándolo con Knausgård. Y ahí está la memoria. Leo a Proust y lo alterno con otras cosas. Me encanta leer. Proust es divertidísimo. Es un frívolo. O sea… difícil, también, porque hace esas oraciones tan largas y donde pone la mirada escribe una cosa súper bonita, muy trabajada, estas frases largas que te tienes que regresar y releer, pero es muy divertido y frívolo, tiene esa cosa con la sociedad y la monarquía, muy entretenido.
—Leí que en Los momentos te basaste en un poema de Borges.
—Sí, en Lo perdido. Es precioso ese poema. Me encanta lo que plantea de otra manera. Él lo hace como un mundo paralelo y yo lo pensaba en términos de decisiones que tomas en la vida. Te llevan en una dirección y qué pasa con lo otro ¿no? Hice una canción inspirada en esa sensación que está en varias de las canciones del disco, ¿sabes? También está lo de… Mira, de hecho, Algo sucede se lo puse porque siempre puede pasar algo, se puede volver la tortilla, siempre te puede dar una vuelta la vida y tú decir: "¡Uyyy! Esto no lo sabía", como que es nuevo y eso está lindo.
—¿Como que siempre hay tiempo?
—Siempre hay tiempo y posibilidades, o sea, ¡estamos vivos!
—Dime algo de tus videoclips, tan particulares.
—Sí, me gusta mucho la parte de los videos, porque siempre me ha gustado escoger, como que mi trabajo es buscar un director con un mundo medio extraño y él siempre me propone. Y puede que le diga un par de cosas. Los directores con los que trabajo… Te digo, ese es mi trabajo: la búsqueda de gente con eso lúdico en los videos. Y me divierto.
—Tienen un algo surrealista. Hay uno en que por donde tú pasas crecen flores.
—Sí, ese es el de Lento. Y hay otro en que salen mariposas de mujeres.
—Y el del globo es increíble.
—Sí, el de Me voy. Es que muchos de los videos son como metáforas, ¿sabes? Metáfora de decir: suelto lo que no me sirve...
—Exacto, porque tiras la aspiradora, el televisor, y al final tiras al hombre.
—Sí. Bueno, literalmente, lo tiro.
Julieta vuelve a reírse. Pregunto:
—¿Cómo llegaste al acordeón después del piano clásico y el violonchelo? ¿El acordeón tiene que ver con México?
—Sí, tiene todo que ver con México. Cuando lo empecé a tocar, estaba como más chica y lo miraba con curiosidad. Con el tiempo empecé a usarlo cada vez más como mexicano. Antes era más melódico, más melancólico, pero empecé a usarlo más como un acordeón norteño y me gusta mucho, siento que… cualquier instrumento acústico, ¿no?,  pero el acordeón es muy festivo.  Por sí solo tiene algo que arma la fiesta. También tiene algo de humor, como que relaja la cosa, no importa con qué lo combines, siempre te devuelve alegría. Y la gran diferencia que hubo entre este disco y el anterior, Los momentos, es la ausencia del acordeón. Los momentos casi no tenía acordeón. Y no sé, cuando lo estaba haciendo sentía como que… Nunca sé por qué elijo ciertos instrumentos, es una cosa como muy emocional.
—Porque tú eres muy emocional.
—Bueno, en cómo escribo y en lo que tiene que ver con lo musical vuelco mucho de lo emocional, es como elegir colores. No sé por qué a veces digo "no, no quiero tan acústico" o "este instrumento específico, no". En un tiempo no quería usar todos los metales de la batería. Si no los usas, seguramente algo se te va a ocurrir, porque tú eres una persona rítmica. Me gusta mucho quitar lo conocido para ver cómo lo puedes reemplazar. En Los momentos creo que sí se trataba de que fuera un disco muy serio. Más serio que este, por ejemplo. Y el acordeón parecía que no iba.
—¿Y en este último disco, Algo sucede?
—En este sí. La mayoría de los temas tiene acordeón. Y hay mucho instrumento acústico, cuatros venezolanos, guitarras acústicas, vientos, que tampoco había en Los momentos. Se volvió a armar como una cosa más colorida y me gusta mucho. Incluso las letras, pude entrarle a temas que siempre me han resultado difíciles, más terribles, para ver cómo los saco.
—Tienes canciones sobre los desaparecidos…
—Sí. No pude ni quise obviar el tema. En México estamos en un momento en que parece que queremos aceptar esta realidad y es terrorífico. No puedes naturalizar eso, decir: "Ay, mira lo que pasó en Iguala, mira lo que pasó en tal lugar". Es terrible, es horroroso, es como que estamos en un barco que no sabemos adónde va. Porque no es "qué me va a pasar a mí"… No sé, ahorita en la capital se siente bien, no es un lugar donde te sientas inseguro. Pero hay una cosa: el valor de la vida, ¿sabes?, que parece que no lo estamos viendo. Pueden ocurrir las cosas que pasan, la gente que desaparece todos los días, los feminicidios, cosas que a mí me causan mucho dolor y mucho cuestionamiento: ¿Qué es esto? ¿Dónde estamos???
—¿Tú leíste a Roberto Bolaño?
—Sí, 2666. Me encanta, es una obra maestra. No le tengo miedo a los ladrillos. De hecho, siempre he sido como muy novelera —en el sentido de novela— y esta tiene mil páginas, pero me encanta, y Bolaño es muy violento en ese libro. Siempre recomiendo a Bolaño porque me parece importantísimo para la literatura latinoamericana. Es uno de los representantes de un cambio que hubo en la generación y el estilo —todos veníamos del realismo mágico—. Y él es importantísimo no solamente por lo que escribía, sino por el personaje que era, su manera de generar encuentros, la manera de comparar lo que estaba pasando en la literatura.
—¿Lo conociste?
—No, me hubiera encantado. Tiene un libro de ensayos que es divino, me gusta tanto ese entusiasmo con la literatura que él siempre mostraba. Y los buenos escritores siempre hacen eso. Detectives salvajes es un Bolaño completamente diferente a Estrella distante, que a mí me parece una genialidad. Porque además es mexicano en México, y es chileno. Pero bueno, 2666, que es muy violento, sí me parece que es México, que representa lo duro y lo bonito y lo intrigante y lo terrible que puede ser.
—Y tiene esas repeticiones que son necesarias.
—Sí, ¡es que son reales! Es terrible. Sergio González Rodríguez, que lo ayudó en toda esa parte, es un tipo que investigó durante mucho tiempo la parte de Juárez y tiene un libro que se llama Huesos en el desierto que es terrorífico.
—Y tú eres de Tijuana.
—Sí, soy de Tijuana. Lo que estaba ocurriendo en Juárez era del otro lado, pero también es frontera. Yo siento que Tijuana es como una frontera muy linda y también ha pasado por momentos súper difíciles pero se calmó. En México ahorita hay lugares donde la violencia brota, para, vuelve a brotar. Pero en muchos lugares, ¿sabes?, está ocurriendo algo muy fuerte. Hice dos canciones que tienen que ver con México. Una es Explosión, porque para mí era importante no obviar el tema. Es difícil, no suelo hacer canciones tan explícitas sobre nada. Y eso tan explícito que tiene esa canción, bueno, me dije: lo tengo que hacer, tengo que intentarlo por lo menos, no puedo voltearme a otro lado y hacer otra canción linda, otra de amor, no sé. Era ver si podía, si era capaz, tenía que intentarlo. Fue la canción que más me costó terminar, porque yo no escribo siempre sobre mis convicciones sociales o políticas, voy desde lo emocional, pero estas también van desde lo emocional. Es algo que no podía dejar de sentir, algo que estaba ahí. Y quería hacer una canción pop, no quería una canción súper seria con ese tema tan duro. No. Para mí, esta canción para que entre… Está bueno que alguien la esté cantando y diga: "Uy, a ver, ¿qué es esto?". No es que vaya a cambiar nada, las canciones las haces por necesidad y si llegan a algo, genial. Es una manera de divulgarlo, de hablarlo. Si yo puedo hacer que dos personas se pongan a hablar sobre el tema, cumplí mi función. Aunque la música no va a cambiar, no tiene la respuesta. Podemos hacer preguntas, como cualquiera, la diferencia es que lo podemos hacer en lo que hacemos.
Y luego, estábamos de gira cuando pasó lo de Ayotzinapa, todos súper deprimidos, un ambiente súper triste, enfrentarnos con lo que estaba pasando. Como que siempre lo tapas un poco: "Ah, estos son narcotraficantes". Pero que desaparezcan cuarenta y tres estudiantes, que son normalistas, van a ser maestros rurales… Como que te enfrenta con algo mucho más fuerte, bueno, nos explotó a todos en la cara.
—¿Por eso se llama Explosión?
—Son un poco las dos canciones. Explosión habla de desapariciones, puede ser un estudiante, puede ser una mujer, esto de que no tiene valor la persona, de que la justicia no llega, ¡porque no llega! Y es una canción de impotencia, de sentir eso de ¿qué vamos a hacer? ¿Cómo podemos hacer que esto deje de pasar? Y es una explosión metafórica, cómo vamos a cambiar un poco, no puedes seguir como si nada, ¿no? Una respuesta, la otra canción, no es tan explícita. Estábamos de gira por México con varios grupos y yo lo último que tenía ganas era de ponerme a cantar Limón y sal, ¿sabes? Y se lo tuve que decir a la gente: no tengo la canción que necesito en este momento, tengo una tristeza profunda, pero les puedo cantar mis canciones, que es lo que tengo para compartir, no tengo otra cosa. Entonces esta canción que se llama Una respuesta es sobre no tener las palabras necesarias en el momento, sobre cómo a veces te gana la realidad. Una respuesta es mucho más abierta, pero las dos son sobre México. Entonces sí, hay de todo. También mucha alegría. Hay una canción que se llama Buenas noches, desolación, que es como "chao, no más tristeza", así. (Se ríe y dice adiós con las dos manos). Les digo a mis amigas que es súper alegre. ¿Y cómo se llama? ¡¡Buenas noches, desolación!! Pero claro, te estás despidiendo (más risas).
—Julieta, cuéntame qué proyectos tienes para después de esta gira.
—Uhhh. Como al disco le estamos haciendo bastante promoción ahorita, esperamos hacer mucha promo y algo de shows este año y ya, el año que viene, yo creo que pura gira. Ahora hago todo como más pausado, tengo a mi hija, tampoco quiero intensificar tipo "vámonos un mes". Entonces nos vamos diez días, hacemos pausas, salimos, tranquilamente. Vamos a estar llevando la gira hasta el año que viene, y quizás todo el año siguiente, como un buen rato.
—Como que "algo sucede" cuando uno tiene hijos.
—Definitivamente. Ahí sí que se te voltea la tortilla (risas).
—Bueno ¿y qué te gustaría decirle a los lectores?
—Pues que Algo sucede sale el 14 de agosto. Y que nos vemos aquí o allá. Y que muchas gracias.
Al día siguiente de esta entrevista, según cuenta el diario El Observador, de Montevideo, Julieta entró en una de las mejores librerías de Montevideo y compró un libro del poeta portugués Fernando Pessoa. Y esa misma noche fue el primero de los dos recitales previstos en el Auditorio Nacional, donde pude verla cantar, desplegar su encanto, y terminé bailando con el público en un final apoteósico.


Recuadro 1
JULIETA VENEGAS, ONETTI Y "LA CABAÑA DE TRONCOS"
En la novela más conocida del escritor uruguayo Juan Carlos Onetti, El Pozo, un hombre tiene fantasías eróticas recurrentes. En una de ellas, "La cabaña de troncos", una muchacha —palabra que para Onetti tiene una connotación especial de inocencia— entra en la cabaña mientras el narrador enciende el fuego en la chimenea. La muchacha se echa, desnuda, en una cama de hojas donde él la mira hasta que la fantasía llega a su fin.
Cuando preparaba esta nota, vi el videoclip de la canción Me voy. En el video, después de que ella abandona la casa donde duerme el hombre que no supo o no quiso escucharla y conocerla, la chica logra deshacerse de todo lo material y del hombre mismo, tirando todo del globo aerostático en que viaja. Después de su periplo, regresa a la casa del comienzo, ligera de equipaje, y la casa está cubierta de hojas. Cuando vi a Julieta entre las hojas, no pude evitar recordar el lecho que evocaba en sus fantasías el protagonista y narrador de El Pozo, porque la cantante evoca a "la muchacha" de Onetti, aquella que todavía no ha perdido la inocencia porque "puede distinguir los diversos tipos de carne de vaca y discutir seriamente con el carnicero cuan­do la engaña". Y la evoca porque, a pesar de tener cuarenta y cuatro años, Julieta Venegas desprende un aire algo naíf y de frescura, un algo de inocencia y espontaneidad.


Recuadro 2
JULIETA VENEGAS, SALINGER Y EL URUGUAY
—Uruguay es precioso. Hacía mucho que no veníamos. Ya cuatro años. Y la verdad es que me encanta, la gente me parece como súper dulce, no sé, tengo esa impresión de Uruguay. Musicalmente siempre hay cosas que estoy escuchando de Uruguay y siempre me sorprenden.
—Sí, te gusta Franny Glass, ¿verdad?
—Franny Glass me encanta, sí, me encanta. Es de los compositores latinos que me encantan. Lo vi en vivo la primera vez que vine, tiene como esta onda tan linda.
—¿Sabes que su nombre artístico es el de un personaje de Salinger?
—¡Ahh!! ¡Claro!! ¡¡Franny and Zoey!! Ohhhh, qué gracioso, qué bien. ¿Pero Franny es el chico?
—No, justamente, Franny es la chica, eso es lo que encuentro gracioso.
—Sí, claro, ¡qué chistoso! (risas). Y ahora estoy escuchando a Hugo Fattoruso, me encanta. Lo descubrí casi por casualidad, fue mágico. Encontré un compilador uruguayo. He estado escuchando mucho a Eduardo Mateo, que me lo prestó un amigo uruguayo, y ahí empecé a encontrar cosas que me encantaron.
—Claro, es que Mateo es como el papá de todos.
—¡De todos! Y además muy actual, lo escuchas y parece alguien que esté ahorita vivo. Me parece genial, la verdad. Y Eli-U Pena, también, la que va a abrir el show, también está a la par, la verdad. Y Florencia Núñez también me cae bien. Sí, es que hay mucha música.
—¿Y los ves cuando vienes?
—No, es que no los conozco, solo los escucho. Nada más. A Martín Buscaglia, sí, pero hace muchísimo que no lo veo y no sé si está acá ahora. Lo que sí sé es que Franny Glass va a tener un hijo, o sea ya estoy súper enterada de todos los chismes. Pero ni siquiera lo conozco.

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