domingo, 11 de septiembre de 2011

Montevideo Art Déco


La arquitectura Art Déco tuvo una temprana y fecunda aceptación en Montevideo. Es fácil acceder a los edificios emblemáticos, concentrados en el Centro y la Ciudad Vieja, y es también un disfrute para los amantes de esta particular estética, caminar por barrios más alejados y descubrir fácilmente muchos edificios y viviendas particulares, a veces muy modestas, de indudable estilo Déco.

Las ciudades —como todas las cosas de este mundo— cambian según la mirada del que mira. Ha habido tiempos en que al pasear por Montevideo me he enfocado en los árboles. Otros, he mirado con atención especial los comercios, la gente, los autos, los jardines o las casas. También las horribles marquesinas que las autoridades municipales se demoran en regular y, en las avenidas comerciales, ocultan bellísimos edificios. Este último tiempo, me he dedicado a mirar hacia arriba, sobre las marquesinas, y a fotografiar la arquitectura de Montevideo, más concretamente la arquitectura Art Déco. La fotografía fija la mirada y el zoom capta detalles que el ojo no alcanza a ver.

Si bien en la arquitectura de Buenos Aires, nuestra vecina de enfrente, el Art Nouveau tiene numerosas expresiones —con el protagonismo de la naturaleza como inspiración, el arabesco, los recipientes de forma oriental, los minaretes, etc. —, en Montevideo hay pocos ejemplos de esta corriente antecesora del Art Déco. Sin embargo, es en Montevideo donde la arquitectura Art Déco se presenta en abundancia en edificios importantes, concentrados en un circuito que abarca la Ciudad Vieja y el Centro, y donde se encuentran dispersas en los barrios muchas residencias particulares de estética Art Déco, o con elementos que conforman más o menos tímidas interpretaciones de este estilo arquitectónico. Lo cual demuestra la aceptación que tuvo en nuestra ciudad, desde su inicio hasta la década del cincuenta.

El Art Nouveau nació a fines del siglo XIX como una corriente artística que se rebeló contra el historicismo y el neoclasicismo imperantes, y comenzó a declinar en la Primera Guerra Mundial. El Art Déco, en cambio, dominó el período de entreguerras, es decir los años veinte —los “locos años veinte”— y los treinta —la “belle époque”—, aunque se puede rastrear características del Art Déco en construcciones bastante posteriores.

La estética Déco se lanza al mundo desde París, a partir de la impresionante Exposition Internationale des Arts Décoratifs et Industriels Modernes de 1925, Los límites de lo que se considera y lo que no puede considerarse dentro de la estética Déco todavía se discuten. Para empezar, la denominación Art Déco es posterior a su auge y difusión, ya que en su momento los artistas se denominaban a sí mismos “modernos”, aunque adhirieran a corrientes diferentes que, incluso, se confrontaban entre sí. Así, hay autores que afirman que toda manifestación artística desarrollada entre 1920 y 1940 se etiquetó como Art Déco, aunque confluyeran en la misma denominación desde el “Bon Gout” de la Compagnie des Arts Français, el “Espirit Nouveau” de Le Corbusier, el “Stream-Line Camp” de Chicago, la coreografía del ballet ruso de Diagilev, y el constructivismo ruso o el cubismo. Por ejemplo, Le Corbusier postulaba la funcionalidad como el principal objetivo de la arquitectura y su idea de la vivienda como “la machine à vivre” (la máquina de vivir) chocaba frontalmente con el propósito decorativo.

Sin embargo, el Art Déco comparte elementos de todas estas vertientes y hereda otros del Art Nouveau. Los conceptos que esencialmente definen, tanto al Art Nouveau como al Déco, son la pretensión moderna, y la integración del llamado Arte Culto a la vida cotidiana a través de una idea de lo decorativo como elemento fundamental. Hay una reivindicación del artesano, en su nueva acepción de diseñador, aunque el proceso de industrialización permitió que objetos originalmente diseñados y elaborados como únicos se produjeran en serie.

El contexto histórico en que se desarrolla el Déco es el de una época en que, terminada la guerra, la vida se percibe con un futuro prometedor, el optimismo se generaliza y la industrialización y el progreso permiten el acceso a comodidades nunca alcanzadas por las clases medias. El ritmo urbano se acelera, la mujer ingresa al mundo del trabajo y se corta el pelo a lo garçon, se construyen cines, parques de diversiones y confiterías, y Fritz Lang produce su película Metrópolis. Nueva York atraviesa el crac del 29, pero se proyecta hacia arriba con los rascacielos que demuestran el poderío de las corporaciones y el transporte se revoluciona con los grandes transatlánticos, los primeros vuelos interoceánicos y la expansión del automóvil.

La estética Art Déco reacciona contra el exceso de ornamentación del Art Nouveau, aunque mantiene lo decorativo como elemento fundamental y lo transforma en condicionante de la propia estructura arquitectónica. Las líneas sinuosas, latigueantes, del Art Nouveau, las formas asimétricas y etéreas, sus mujeres de cabellos que se enredan y se mezclan con figuras que estilizan la naturaleza, se transforman en geometría. La línea se torna recta, vuelve la simetría, la estructura tiende a elevarse (el Empire State y el Edificio Chrysler de Nueva York son ejemplos emblemáticos), las formas geométricas puras predominan en la decoración, y las curvaturas se amplían y regularizan. La incorporación de la mujer al mundo del trabajo produce una representación de mujeres independientes y modernas, de pelo corto, vestidas con hombreras y ropa cómoda que muestra las piernas, y que fuman y beben como los hombres. En pintura, una de las muestras representativas del Art Déco la constituye un autorretrato de Tamara de Lempicka conduciendo su Bugatti verde.

La fascinación por la creciente maquinización y el avance de los sistemas de transporte incorporan al Art Déco la línea aerodinámica (o “streamline”), la forma náutica de los grandes transatlánticos, los primeros aviones y el automóvil, la curva en forma de piano, el zigzag —que representa al rayo: fuerza y velocidad— y la utilización novedosa de materiales como el hierro, el acero, la baquelita, el cromo, el plástico y las maderas exóticas, además del concreto.

La naturaleza sigue siendo una fuente de inspiración, pero se transforma en un motivo más y la protagonista es la geometría. Se agregan motivos del arte de culturas primitivas, como el Antiguo Egipto, África, la América precolombina y el Lejano Oriente. No hay que olvidar que son los tiempos del descubrimiento de la tumba de Tutankamón (1922), de las ruinas de Machu Pichu (1911) y la influencia de las piezas africanas en la pintura cubista (primera década del siglo XX).

La exposición de París de 1925 difundió el nuevo estilo a todo el mundo. En Uruguay, el Art Déco adquiere algunas características particulares. La sociedad uruguaya, moderada en todo, por lo general evita o suaviza las vanguardias extremas. Pero la estética Art Déco, algo atemperada, acompaña el crecimiento de la ciudad y su entrada en la modernidad. La mayor concentración de edificios icónicos se encuentra en el Centro de Montevideo. El auge del Déco coincidió con la época de la construcción de cines y confiterías bailables, y edificios de viviendas u oficinas. Más modestamente, se extiende a viviendas particulares por todos los barrios. Algunas de estas viviendas se encuentran ahora en mal estado de conservación y uno se pregunta si sus habitantes tienen alguna idea de que su casa pertenece a una estética que se ha revalorizado en los últimos años.

La época en que en la arquitectura Art Déco marcó la tendencia predominante en “lo moderno”, fue también en Uruguay un tiempo de industrialización y crecimiento económico, de cambio en las costumbres y de expansión de las clases medias. Grandes personalidades visitaban el país, el batllismo liberalizó la sociedad, y en 1930 y 1950 la selección nacional de fútbol ganó los campeonatos mundiales. En 1934 se produjo el regreso al país del pintor Joaquín Torres-García, que revolucionó las artes plásticas en el Río de la Plata.

Montevideo es una de las mejores ciudades de América para apreciar la arquitectura Art Déco. A diferencia de Nueva York, en donde el Déco quedó en las alturas de los rascacielos, o de Miami, en donde se limita a un distrito, uno puede caminar por barrios como El Cordón, Pocitos, La Unión, la Blanqueada o Malvín, y sorprenderse al encontrar muchos edificios y viviendas, a veces muy modestas, de indudable estilo Déco. Esto para quienes quieran profundizar en la profusa aceptación que tuvo esta estética en nuestra ciudad, más allá de los edificios más emblemáticos concentrados en el Centro.

Desde hace unos años los montevideanos han revalorizado el Art Déco, los expertos escriben libros con preciosas fotografías y la academia discute sobre si tal o cual edificio pertenece o no a esa tendencia. Una de las cuestiones sin zanjar es si la arquitectura náutica es una de las vertientes del Déco, o sólo integra esta estética cuando tiene aplicaciones decorativas en las superficies. Las construcciones conocidas popularmente como “estilo barco” abundan en Montevideo. Pero dejemos estos debates para los académicos y disfrutemos, como aficionados, del arte de la arquitectura.

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