Este mes se cumplen 40 años del mítico concierto de Woodstock, que ha quedado en el imaginario colectivo como el clímax del movimiento hippy. Los hippies, bajo la consigna de “sexo, drogas y rock and roll”, se constituyeron en el movimiento contracultural más importante de los Estados Unidos, se extendieron en comunidades de todo el mundo e influyeron en la actual cultura occidental en una medida que aún es objeto de estudio por parte de las ciencias sociales.
En 1969 corrían los tiempos de la guerra de Vietnam y de la primera caminata del hombre sobre la luna. Los hippies se convirtieron en una alternativa para los jóvenes desconformes. Buscaban ser felices —no en un futuro sino ya— por medio de la libertad sexual, el uso de drogas, la música, el ocio y el retorno a una vida natural plena de amor y de paz. Era una revolución generacional que pretendía una vida diferente a la de sus padres, percibida como rutinaria y gris, con jornadas de ocho horas de trabajo, la televisión como entretenimiento y el consumo como elixir de la felicidad.
Michael Lang, uno de los organizadores de Woodstock, había realizado en 1968 el exitoso Festival Pop de Miami con una asistencia aproximada de cuarenta mil personas. Junto a su amigo Artie Kornfeld concibió la idea de organizar un gran concierto en la zona de Woodstock, a unos 150 km. de Manhattan, donde por aquella época se habían radicado figuras como Bob Dylan, Janis Joplin y Jimmy Hendrix, entre otros. Se pusieron a buscar financiamiento y conocieron a dos jóvenes capitalistas que buscaban proyectos para invertir: John Roberts y Joel Rosenman. En marzo de 1969 los cuatro formaron la sociedad Woodstock Ventures Inc., que sería la empresa productora del concierto. Los empresarios de Woodstock tenían entre veintitrés y veintiséis años.
Querían los artistas más populares, algo de folk y mucho rock. Nadie los conocía pero tenían dinero y firmaron contratos por cifras que no se habían pagado nunca hasta entonces. En Woodstock reunieron a artistas de la envergadura de Joan Baez, Canned Heat, Joe Cocker, Santana, Sly & The Family Stone, Jefferson Airplane, Janis Joplin, The Who y Jimi Hendrix, por nombrar sólo a algunos. El primer lugar elegido para el concierto fue un terreno alquilado en el condado de Wallkill, a poco más de 100 km. de la ciudad de Nueva York.
En abril empezó la propaganda. Poco después aparecieron los problemas con las autoridades y los habitantes de Wallkill. Decididamente el pueblo no quería tener “tres días de paz y música” con cincuenta mil hippies desgreñados y drogados rondando por ahí. El conflicto fue subiendo de tono hasta que el 15 de julio, después de una guerra sin cuartel entre el condado de Wallkill y Woodstock Ventures, el permiso para el festival fue denegado.
La prohibición fue una buena propaganda para el concierto y, después de todo, resultó favorable para los organizadores. Lang declaró después que el clima creado en Wallkill lo hubiera arruinado todo. "Yo no quería vigilancia policial con máscaras anti-gases, y esa era la atmósfera que se respiraba" dijo. Otro integrante de Woodstock Ventures contó que recibieron amenazas de disparar contra el primer hippy que apareciera en el pueblo.
A un mes del concierto, Ventures se encontraba otra vez sin lugar para realizarlo. A los pocos días alquilaron parte de una granja productora de lácteos en las afueras del pueblo de Bethel, que fascinó a Lang. El terreno tenía la pendiente adecuada para el escenario y un lago al fondo. Por fin habían encontrado el lugar donde se celebraría el concierto. Al igual que había sucedido en Wallkill, muchos habitantes de Bethel se opusieron al evento pero los tiempos apremiaban, algunos comerciantes vieron la oportunidad de hacer buenos negocios y los enemigos del concierto ya no pudieron dar marcha atrás a lo que se transformaría en un hito de movimiento hippy y el rock and roll.
Woodstock Ventures se mudó a la granja de Bethel y los trabajos comenzaron inmediatamente. No había tiempo que perder: preparar un evento como el que esperaban no era tarea fácil. Construir el escenario, instalar los equipos de sonido, teléfonos públicos, una enfermería, cercar la zona, preparar el terreno como un anfiteatro, contratar baños portátiles, preparar puestos de venta de comida y bebida, ordenar la zona de campamentos y equiparla con cocinas comunitarias y juegos para niños son algunas de las tareas a las que se abocaron los empleados de la productora.
Para la organización y seguridad se contrató a los "criadores de cerdos" (The Hog Farmers), una comunidad de hippies experiente y disciplinada que cuidaría de los jóvenes. Llama la atención en el documental Woodstock, dirigido por Michael Wadleigh, cuando el líder de los Hog Farmers advierte a los jóvenes que circula un ácido color café que no es bueno y, en otro momento, les dice: “Si quieren viajar, sólo tomen media tableta”. Además de esta “policía hippy” sólo había unos pocos efectivos policiales a caballo —y algunos otros de particular contratados por la empresa y especialmente instruidos para actuar en la prevención.
El concierto de Woodstock se realizó desde el viernes 15 hasta el domingo 17 de agosto (en la práctica terminó el lunes 18). Se calcula que el jueves 14 había ya en la granja de Bethel al menos veinticinco mil personas. Se habían vendido 180.000 entradas anticipadas. Las casetas de venta de entradas no se pudieron instalar, porque los coches, la gente y las tiendas de campaña obstaculizaban el camino. No sólo en los caminos secundarios sino también en las carreteras y campos cercanos al lugar había kilómetros de coches estacionados. El tránsito colapsó. Los organizadores descubrieron, en la mañana del viernes, que sería imposible vender tickets en la entrada y el concierto sería deficitario.
Si bien los ejecutivos de Woodstock Ventures habían previsto en principio unos cincuenta mil asistentes, hay fuentes que hablan de un millón de personas. Cálculos más razonables estiman unos trescientos mil, en cualquier caso seis veces más que lo previsto. Los artistas no podían llegar, al igual que más de cien mil jóvenes que quedaron en los atascos de las carreteras. A último momento hubo que alquilar helicópteros para traer a los artistas y alterar el programa de las actuaciones según el orden en que llegaban las bandas.
Los errores de cálculo obligaron a improvisar soluciones. No había suficiente comida y agua. Para colmo, ese fin de semana el clima fue inestable y se alternaron fuertes lluvias con períodos de sol abrasador. Las actuaciones se retrasaron tanto que Jimmy Hendrix, que debía cerrar la noche del domingo, empezó a cantar a las nueve de la mañana del lunes. El evento desbordó por completo la organización.
El concierto de Woodstock fue, por supuesto, un desastre financiero para la empresa organizadora. También hubo un muerto confirmado: un chico que dormía entre un montón de desperdicios fue aplastado por un tractor que removía la basura. Se habla además de dos muertes por sobredosis. Sin embargo, cuarenta años después, no podemos más que admirarnos de que los “tres días de paz y música” hayan resultado, realmente, tres días de paz y música. El espíritu de regreso a la naturaleza y a la vida en armonía del movimiento hippy permitió que, a pesar del desborde y la improvisación, Woodstock fuera realmente una fiesta inolvidable para los que participaron en ella.
No es poca cosa.
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